Clementine y Clementina

Bailar y cantar.

Bailar es no sentir peso, convertirse en levedad. El baile es girar, saltar, cantar. Todos los músculos del cuerpo se tensan y relajan bajo el mágico código de la música, afuera de los oídos, adentro nuestro.

El Fox trott es un baile. De los negros de EEUU que en 1912 giraban y saltaban y cantaban para defender la alegría, para olvidar aunque sea por un momento, la esclavitud, la injusticia, la superexplotación de la que eran víctimas todos los días de sus vidas. El Fox trott se baila al compás de una música muy suave y alegre, como el tema Clementine, que a los científicos de la Facultad de Ciencias Exactas de la calle Perú, les pareció tan similar al encendido de la primera computadora del país, allá por 1961.

Los militares también hablan de “bailar”, aunque ellos no giren ni salten ni canten. Lo que hacían los militares era «hacer bailar” a los jóvenes del servicio militar obligatorio, matando a muchos de ellos durante el “baile”. También hacían “cantar”. Los de 1976 en especial, hacían “cantar” a los científicos, a los periodistas, a los intelectuales, a los trabajadores, a los estudiantes, a los pobres.

Girar, saltar y cantar con Clementina.

Hasta que los empresarios ordenaron a los militares entrar en la Facultad y secuestrar a losgiradores, a los saltadores, a los cantantes. Y a Clementina.

Hoy la Facultad de Ciencias Exactas es también de Ciencias Naturales, se llama FCEyN y está al lado del río en el límite norte de la Capital Federal. Clementina fue reemplazada por HOPE (High-performance Opteron Parallel Ensemble).

Los científicos que en 1960 escucharon y bailaron la música de Clementina, hoy no están.

Los militares que les pegaron con sus Bastones Largos la medianoche del 29 de julio de 1966, que después fueron los mismos que participaron de la dictadura militar de Videla, Massera y Agosti el 24 de marzo de 1976, están todavía en sus puestos. Incluso, muchos de ellos, también están formando parte de la Policía Federal y Bonaerense, esa que hoy secuestra jóvenes de los barrios más pobres de la ciudad y los desaparece a plena luz del día, como le pasó a Luciano Arruga y a tantos más.

El Departamento de Computación de la FCEyN, ese lugar al que hace 90 años le llegaba la primera computadora del país, que luego sería desmantelada por los mismos militares que luego participarían del golpe genocida del 76, que luego sería reemplazada por HOPE, hizo en el año 2004 un robotito para desarmar explosivos. Le puso KONABOT y se lo dio al cuerpo de bomberos de la Policía Federal, que había pedido expresamente a la FCEyN que desarrollara esa tecnología para ella.

Clementina está desarmada. Sus partes fueron destruidas, aniquilidas.

Los trabajadores, científicos, estudiantes, que resistieron al golpe del 66 y al del 76, también.

Qué triste el Departamento de Computación de la FCEyN, qué triste la FCEyN, que olvida su historia, que no siente en su propia piel ni la injusticia cometida contra los negros de EEUU en 1912 ni la injusticia cometida contra todos los trabajadores y los pobres del mundo hoy.

Qué triste y penosa esta gigantezca torre de marfil, burbuja de cristal, que hoy trabaja desarrollando robotitos (y limpiadores y celulares y etc) para los que aniquilan el giro, el salto y el canto.

Pareciera que va a necesitarse algo más que HOPE para revertir esta paradoja que es la historia de Clementina, que es la misma paradoja de la historia de los trabajadores alegres que bailan fox trott mientras son explotados, que es la misma paradoja de estos científicos que pretenden acercarse a una comprensión conceptual más acabada del universo y se alejan cada vez más de su tangibilidad material, de los trabajadores y los pobres que son explotados y que sufren en él.

El giro, el salto y el canto siguen ahí, esperando que los bailarines y los cantantes vuelvan a girarlos y a bailarlos y a cantarlos. La tristeza que causa la historia de Clementina, de los científicos, de los trabajadores, de los militantes de izquierda, secuestrados por las dictaduras militares, se atenúa levemente con esta hermosa esperanza.

A días de que se cumplan 50 años de la puesta en marcha de la primera computadora científica del país, Clementina, una Mercury de Ferranti.

A 41 años de que los militares la desmantelaran.

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