Aires de angustia

 

Roza el labio inferior rojo sangre y mientras se zambulle en las papilas en rápida fuga hacia la faringe, tiñe las mejillas de un rosado suave, el paladar se le acelera, se le envuelven los dientes en cadenas interminables de carbohidratos fermentados, en el afuera resuenan aún las vibraciones moleculares del choque de los sólidos cristalinos que siguen danzando en el aire de los micrófonos y las cámaras que luego youtube reproducirá al infinito y el CO2 de las burbujas le altera las encías, la amígdala, la saliva se hace una, se disuelve en el líquido grácil y amarronado-amarillento y se acaba el primer sorbo. Y sonríe. El otro le devuelve la sonrisa. A él. Al nuestro. Al que, al menos, creíamos (bajo ciertos parámetros de líneas que dibuja la lucha de clases), nuestro. Es lunes después de las primarias. Por esas horas ya, y como en una suerte de prolongación, de segunda expresión, de continuidad de este nuevo ser-descompuesto que va devorando militantes y palabras, imágenes, gestos, algún militante del PO está pensando en el afiche brutal, despreciable, que luego harán conocer sus compañeros por cadenas de mails y sitios web en la red.

Y hay aire en todos lados, en las burbujas, en su garganta, en el estudio, en los micrófonos, aire que engulle todo, que sofoca. Aire que quita el aire.

Gelblung está ahí. Lo mira desde su estudio de Radio Mitre y piensa «otra vez, gané». «Después de 35 años, volví a ganar». Lo dice y lo repite para sus adentros y se ríe a carcajadas mientras el Dom Perignon va adormeciendo los ya adormecidos reflejos revolucionarios de este tipo viejo y cansado, podrido de dar su vida por otro mundo, cansado de luchar por la liberación de la humanidad, que olvida el Genocidio al son del «chin-chin» y va por otro trago y otra sonrisa. Falsa y ausente y sin sentido. Pero una sonrisa al fín. Cuánto se sacrifica la gente por una tonta y estúpida sonrisa…

Pobre Altamira! podría decir y entonces todo sería más simple.

Pero no puedo.

Los militantes de los 70 se desconciertan, los atacan y no pueden defenderse, los sorprenden, es una emboscada. Y Altamira brinda y los ojos le brillan y la emboscada aparece otra vez, de la mano de un vino espumante y unos segundos al aire.

Y yo no puedo sentir más que bronca, Jorge, bronca y furia, indignación, sentimiento de traición abierta e innombrable, porque te rendiste tan pronto, tan facil…

El pueblo pobre y obrero, Mariano, nosotros. Ninguno, ni vos, se merecía un final tuyo, así.

Juicio y castigo a todos los responsables de la dictadura!

Viva el Frente de Izquierda y de los Trabajadores!

Viva la Revolución obrera y socialista!

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